INTROITO: "...HISTORIA EN PEDAZOS DE UNA VIDA TRISTE Y PERVERSA..."


Breve Historia de un Espíritu incurso en el Error[1]

Esta historia comienza antes del tiempo y del espacio que ahora conocemos। Más allá de los eones que el mismo universo tuviere। Más allá del momento en que algo de lo primigenio se transmutara en materia। Esta historia comienza en el preciso instante en que tome conciencia de mi propia existencia y me reconocí distinto del Otro y de la Entidad Suprema que mucho después, ya Hombres, llamaríamos Dios en múltiples lenguas.
Esta súbita noción de mi propio Ser me puso en el predicamento de inquirir por la razón de mi existencia y poco a poco me descubrí como una criatura libre y compleja, de presencia radiante, pletórica de Luz[2], y exultante en potencias intelectivas y emociones sublimes que luego supe eran la Inteligencia y el Amor. No es tarea fácil describir, en este precario lenguaje humano, lo que yo percibía de mi mismo; menos aún hablar del ámbito sublime y maravilloso que me rodeaba, de la Fuente de Luz y Sabiduría Amorosa que sin límite alguno hacia mi se prodigaba. Aún así, trataré, de una manera harto burda y ligera, de presentar una visión de eso que era, de eso que fui, en mis orígenes.

No tenía forma ni cuerpo definido aunque ocupaba un lugar en el océano etérico que otro ser no podría ocupar pues la presencia de los Otros y una sensación de contacto me daban conciencia de ser y estar en ese lugar.

Si bien la libertad como constituyente de mi esencia me permitía ser y actuar a mi antojo, la noble búsqueda por comprender mi propia existencia me llevaría, sin saberlo, a un estado de desarmonía que pronto se extendería a una incalculable cantidad de los seres que compartían conmigo aquella existencia y aquella búsqueda. Y lo que empezó siendo una leve diferencia de opiniones con aquel, pronto se convirtió en una diferencia irreconciliable con aquellos, que ahondaría aun más la incipiente desarmonía ye engendrada.

Después, si cabe hablar de un tiempo lineal que arranca con mi comienzo en algún momento de la eternidad; cuando fui testigo de este enfrentándose a aquel y en ese choque por las ideas los veo fragmentarse en innumera cantidad de pedazos, supe con certeza que aunque etéreo, era real y poseía un cuerpo, si bien capaz de acercarse al don de la ubicuidad (pues con solo desearlo podía cambiar de lugar), solo podía ocupar un lugar a la vez, siempre y cuando este no estuviese ocupado por otro ser.

Como podrán columbrar, no resulta sencillo hablar o reducir a este tosco lenguaje, sobre asuntos relativos a la Eternidad; a las dimensiones etéreas ajenas en concepto y forma a la grosera materialidad del mundo de los Hombres. Pero he de continuar, afirmando que, entonces, la Eternidad era entonces mi morada de existencia natural. Durante algunos eones de esta Eternidad, en una época anterior a estos catastróficos enfrentamientos, mi quehacer esencial consistió en conocer sobre mi propia naturaleza y ahondar en el conocimiento de la Fuente de la Absoluta Inteligencia, del Amor y de la Libertad, de la cual había sido emanado; haciendo pleno uso de mis atributos fundamentales que eran un reflejo de esa Inteligencia, de ese Amor y de esa Libertad propias del creador, en un franco ejercicio del Libre Albedrío con el que originariamente había sido dotado.

Esa Fuente, que en el precario lenguaje de los Hombres, se llegó a llamar de enésimas maneras, (Dios, Ala, Baal, Ahura-Mazda, Jehová, Yahvé, Thor, Zeus, Ra, Bochica, Quetzalcoalt, y mil y un nombres más) constituyó desde el principio un vénero inagotable de Amor, Sabiduría y Comprensión. La suya, era una omnipresencia inabarcable imposible de condensar u obviar, pues era parte consubstancial, junto con el Fluido o Éter primordial, del Todo de esa Eternidad en la que ahora mi existencia fluía sin cesar, aumentando instante tras instante la conciencia de mi propia identidad.

Ante tanta magnificencia e inmensidad no podía soslayar mi condición de criatura y reconocer mi incapacidad de crear, aunque la potencia de mi perfectibilidad original, me hacia un reflejo proporcional de la Divinidad. Tal era mi Inteligencia, capaz de comprender y explicar y tener noción de mi propia individualidad al compararme con los demás, mis Hermanos, los otros Espíritus.

Reflejado en mis Hermanos, de quienes recibía y a quienes prodigaba una miríada de sentimientos sublimes, -expresos en vibraciones individuales que me permitían reconocer en cada uno de ellos su Unicidad-; Momento a momento adquiría mayor conciencia de mi mismo hasta comprender que cada uno de nosotros era Único, Especial, un ser sui generis, aunque todos compartiésemos los Atributos fundamentales, y fuésemos Iguales ante la Perfecta Equidad de nuestro Creador.

El tiempo transcurrido en esa gesta de perfectibilidad es imposible de conmensurar en términos de las eras humanas; De hecho, resulta más fácil hablar del grado de complejidad que fue adquiriendo nuestra experiencia vital y el grado de nuestra conciencia acerca de nuestra potencialidad que, en un aciago instante nos llevó a idealizarnos, quizá, como émulos del Creador; Y, lo que es más insensato, a pretender quizá, que podríamos prescindir de El.

En ese funesto instante nos creímos dioses pero el desencanto resulto inmediato pues rápidamente nos dimos cuenta que a pesar de nuestra condición de seres inteligentes, libres e infinitos, no podíamos crear.

Y así apareció una de las primeras emociones negativas con el nombre de Egoísmo, piedra basal de todos nuestros demás desaciertos; Y primer paso de nuestro camino hacia las sombras de la estulticia y la maldad.

Como las piezas de un deletéreo dominó puestas en hilera, al egoísmo siguió una insaciable ansiedad; A esta el desengaño y la ira y el engaño de la mentira; Y como corolario supremo, nuestra invención de la maldad, pues incapaces de aceptar que la vanidad nos había enajenado comenzamos a cuestionarnos unos a otros tratando de imponernos mutuamente nuestros errados criterios; Esos cifrados en la insensata creencia de poder ser dioses y negar con ello a la verdadera Divinidad.

Es pertinente señalar que no todos los Espíritus creados se inclinaron a ello y una cantidad inconmensurable ni siquiera permitió que su inteligencia se contaminase de nuestra desviación, permaneciendo constantes en la dinámica de su Perfectibilidad, Amando y siendo Amados, por el Creador y sus demás hermanos.

Para los que habíamos aceptado la posibilidad de esa enajenación, todo cambió. Súbitamente nuestra condición de seres perfectos mutó nuestro rango de vibración acorde con la Luz Suprema y nos vimos en una nueva dimensión del Fluido o Éter fundamental, alejados de Dios y de nuestro demás hermanos que continuaron su dinámica de perfección. En este punto es menester aclarar que el Espíritu vibra de acuerdo a su estado de armonía y esa vibración determina la realidad dimensional en la que existirá.

Nuestra Luz original pronto se oscureció por las imperfecciones que comenzamos a inventar y practicar. Pronto el espacio que habitábamos se lleno de sombras y de dolor.

Una vez Allí, lejos de aceptar nuestro error, cuando no pudimos engañarnos más los unos a los otros, inventamos el Arte vil de la Guerra para someternos entre si; Pues en nuestra creciente enajenación llegamos a concluir que sin vasallos o creyentes no podríamos alimentar ni sostener nuestra vana pretensión de nuevos dioses.

Así, apareció el Dolor, y el sentimiento del Odio reemplazó al sentimiento del Amor, en una escalada demencial que duro unos cuantos eones, o momentos de eternidad. Todo esto acontecía en la dimensión espiritual.

Las escaramuzas dieron paso a los enfrentamientos y los enfrentamientos se transformaron en guerras cuya magnitud haría palidecer cualquier guerra conocida posteriormente por el espíritu ya hecho hombre. El océano etérico habitado por los Espíritus incursos en la equivocación se pobló de miríadas de billones de Partículas Espirituales, producto de la fragmentación en combate de estos Espíritus enfrentados entre si por el deseo de someter y evitar ser sometidos. En indescriptibles batallas, una inconmensurable cantidad de Espíritus Hermanos se fraccionó.

Como uno de los más equivocados, me impuse despiadadamente sobre todos aquellos que no me quisieron venerar ni aceptar su, por mi redefinida, condición de vasallos o esclavos. Mixtifiqué la Verdad sobre nuestros orígenes y a fuerza de torturar a mis elegidos los convencí que yo era el Supremo poseedor de la verdad y que a mi lado deberían luchar para conquistar a todos aquellos que divagaban irresolutos en el piélago de la dimensión espiritual del Error, en una demencial dinámica de sometimiento y negación en la que el dolor y toda clase de sufrimientos eran ya un asunto permanente. El espíritu equivocado había dejado de vivir en la felicidad.

En esta nueva dimensión no había refugio posible para escapar a las magistrales celadas que con paciente y refinada maldad concebíamos para sojuzgar, o fragmentar, a todos aquellos que se atrevieran a disentir de nuestras creencias particulares.

Por supuesto que no era el único en obrar así, de manera tan desquiciada. En este funesto quehacer la competencia era prolija y muy variada; la necedad era abundante, y no pocos extremaron su sevicia y llevaron su enajenación hasta los dinteles de la locura total imponiéndose impía y cruelmente sobre los demás.

La guerra espiritual llegó hasta todos los confines de esa dimensión y todos los Espíritus Equivocados nos habríamos fragmentado en incontables partículas de no mediar algo de razón, pues prácticamente todos estábamos contra todos y nos negábamos a ceder en nuestras mezquinas pretensiones particulares.

Pero la conveniencia por la propia supervivencia se impuso y al final de este primer aciago período, grandes conglomerados de Espíritus se aglutinaban esclavizados, en su gran mayoría, bajo grupos o categorías[3]de condición espiritual apenas diferenciadas entre si por el grado de equivocación y perversidad que cada una ejercía. Y todo esto ocurrió muchísimos eones antes que los primeros Mundos Materiales o Universos eclosionaran.

Empeñado en esta nueva condición, y cegado por mi propio egoísmo, decidí arrastrar en mi caída a todos aquellos cuantos pudiere atrapar; A cuanto Espíritu distraído y confundido hallara en mi camino; A cuantos pudiera engatusar con una relamida retórica de mixtificaciones que me permitía presentarme seductoramente como su salvador y redentor, como una especie de Mesías apócrifo. Y a los que de esta manera no pudiere llegarles, decidí que por la fuerza y el terror me acatarían. Fue la época oscura en la que descubrí que la cantidad de vasallos de un grupo espiritual determinaba su fuerza impositiva.

Miríadas de Hermanos fueron vertiginosamente arrastradas en sus propias vorágines de dolor y locura. Y la despiadada competencia por el control supremo del espacio de la dimensión espiritual del Error incrementó las guerras fratricidas entre grupos antagónicos de espíritus.

En esta nueva dimensión del espacio etérico, la oscuridad y el dolor eran escenario y sentimiento en los cuales transcurría sin solución de continuidad, la mísera existencia de los espíritus equivocados. La otrora diafanidad alegre del espíritu se había trastocado por una mustia oscuridad. Ingentes cantidades de seres sometidos o aliados entre sí, persistían en la pugna por dominar vastísimos sectores de este nuevo espacio espiritual, utilizando a las partículas de los espíritus fraccionados como instrumentos de intimidación y sometimiento. Allí, solo imperaban el terror y la ley del más vil.

La felicidad, como un estado inmanente del Espíritu en su creación original, ya no existía. Y todos los allí ubicados, aunque en nuestra rebeldía no lo admitiésemos, sufríamos horriblemente a causa de nuestro desvarío. Aún así, tampoco permitíamos la disidencia o la mera diferencia de opinión. Así, muchos devenimos en Amos de la Doxa y en un enajenado ejercicio de la voluntad quisimos imponerla por la fuerza a los otros, en un carrusel de insanias de nunca acabar. De este quehacer tan solo salimos airosos los mas despiadados, aquellos capaces de llegar a motivar la auto-fragmentación por imponerse.

Forzados los más débiles a someterse, prohijaban con su cobardía los más deleznables propósitos de sus Amos, y ejecutaban sus más viles designios.

Es necesario agregar que no todos los involucrados en esta locura lo hacían obligados, y así, la versión primitiva de los kamikases, o voluntarios suicidas, se expresó con terrorífica presencia incrementando los niveles de terror y opresión que signaban la coexistencia de los espíritus equivocados.

Por encima de esos seres extremos enajenados estaban los Espíritus más extremos, los más enajenados de todos, como dueños absolutos del derecho a existir de sus sometidos. Una sola intención de ellos era asumida como un dicterio.

Tales seres se encontraban resguardados en la retaguardia de sus zonas de control e influencia, protegidos por ejércitos de incondicionales que ejecutaban prestamente sus designios. Todo el tiempo estaban tramando la próxima estrategia a seguir para aumentar sus dominios. Y en ese devenir, cada vez se fragmentaban, aunque en menor proporción a la inicial, miles y miles de espíritus, incrementando el número de partículas ya existente. Y al mismo tiempo las partículas se fragmentaban una y otra vez quedando reducidas a mero polvo espiritual

Sin embargo, pronto se dieron cuenta que de seguir en ésa tónica en un próximo momento ya no habría Espíritus que someter, y, entonces, se inventaron la política y la diplomacia para establecer alianzas entre grupos antagónicos que ahora se repartirían el control de la inconmensurable cantidad de espíritus desviados y sus partículas.

De esta manera, se re-distribuyo la infamia e incontables grupúsculos de seres disidentes fueron absorbidos por los grandes ejércitos de los cada vez más consolidados grupos espirituales en los que poco a poco se diferenciaba la ingente cantidad de Espíritus equivocados.

La afinidad en la perversión también hizo aliados a millones de seres que vibraban con emociones e intenciones muy parecidas; todos aquellos que lograban sintonía a través de sus pérfidas vibraciones conformaron grupos o categorías definidas, distinguibles de otras que propugnaban y ejercían distintas desviaciones.

Para esos tiempos, coexistían, aunque en dimensiones espirituales diferentes, la Eternidad, habitada por Dios y los espíritus de Luz que jamás se apartaron de El, y un espacio yuxtapuesto, en otra dimensión vibracional, en donde moraban los espíritus Enajenados.

Adicionalmente, los espíritus incursos en el error, habíamos inventado la dialéctica con todas nuestras contradicciones, y habíamos generado los opuestos dialécticos como fundamento de nuestra acción: Nuestra Oscuridad se opuso a la Luz; Nuestro Odio al Amor; Nuestra Esclavitud a la Libertad; Nuestra Astucia a la Inteligencia.

Con todo esto, habíamos inventado el Mal, como noción opuesta al Bien. Un quehacer pernicioso que nos envilecía momento a momento, negándonos a nosotros mismos y a los demás.

Durante eones practicamos nuestras más crueles aptitudes para someter al otro, sin hallar en ello más que mórbidos y fugaces sentimientos de placer. Aun hoy, resulta sumamente difícil describir el estado de cosas que ocurrían como resultado de la demencia colectiva en que casi todos los espíritus equivocados habíamos incurrido. Prácticamente no había un solo lugar, un solo momento, en donde se pudiese descansar de la iniquidad, de la persecución genocida.

Sin embargo, como un remanente de nuestra condición original, la percepción de Dios aún prevalecía como un deletéreo telón de fondo, perenne y muy frágil a la vez, por que el discurso perverso, artero en mixtificar hábilmente, nos presentaba a Dios como una invención más del espíritu, otra enajenación adicional. De esos tiempos resulta la invención de la retórica y del sofisma como medios o estrategias para trastocar aparentemente el sentido de las cosas. Es fantástica la capacidad que tiene el espíritu equivocado para justificar su desvarío. Ninguno de los implicados en este mayúsculo desacierto pensaba de si mismo como un ser equivocado, siendo mas cómodo y sencillo creer que el error estaba en los otros.

Desde esos momentos resulta histórica la ilusión del espíritu equivocado por pretenderse acertado en su pensamiento y quehacer; Desde esos tiempos, toda acción perversa esta plenamente justificada por motivos plausibles, y así, prácticamente, toda iniquidad tiene una razón de ser valida. Esta actitud ayuda a comprender la persistencia del error, pues sencillamente ninguno se creía equivocado: El error siempre era cosa de los demás. Siempre, los demás, son los equivocados.

En medio de una dialéctica tan mixtificada se concibieron los mundos espirituales más enajenados que cualquier delirio extremo pueda imaginarse. Toda la barbarie fue recreada a merced de la voluntad de los más desquiciados y despiadados. La tortura y el tormento cotidianos se esparcieron imparables por estos mundos del error.

Paradójicamente, confundidos en medio de tan atroces sufrimientos, completamente exhaustos moralmente por la práctica del error, algunos espíritus equivocados invocaron la ayuda del Creador en antitéticas solicitudes llenas de deseo de venganza; De reivindicaciones morbosas, ajenas a la verdad. Extremadamente confundidos llegaron a pedirle al Creador que tomara venganza por ellos, que hiciera el Mal a sus enemigos a nombre de ellos. En su enajenación, ya no podían comprender que en pleno uso de su Libre Albedrío había degenerado su accionar positivo y que el dolor incesante que experimentaban era una lógica consecuencia de sus propios desvaríos. No podían entender que la voluntad del Creador nada tenía que ver con eso.

De igual manera, tampoco entendían que El Creador no obrase de inmediato ante su llamado de socorro, pues desconocían que aunque El pudiese, no debía revertir el devenir del caos engendrado por la enajenación del espíritu equivocado, pues si El hubiese obrado así, actuando como lo pedían los espíritus vengativos y rencorosos, habría inflingido un severo e irreparable daño a los conceptos de Igualdad y Justicia, aparte de cohonestar la iniquidad del espíritu equivocado.

Mucho tiempo después, estando ya encarnados en los Seres Humanos, de manera harto ingenua y no poco estúpida, algunos Espíritus Equivocados, se habían llegado a convencer que pidiendo perdón, así, simplemente clamándolo, este se les otorgaría, borrando su pasado inicuo y legitimando su equivocación como si nada hubiese ocurrido. Que lejos estaban de entender la dinámica de la Ley de la Causalidad y la dialéctica en acción, creadas cuando incursionaron en el error. Así, durante eones, prevaleció la mísera condición del espíritu equivocado, llegando a resultar intolerable para los más débiles; Para aquellos que sometidos y forzados a ejercer la equivocación, anhelaban otra opción; Para aquellos menos extremos, y más dados a la conciliación y en los que la conciencia reclamaba un cambio y las primeras luces de un arrepentimiento comenzaban a aflorar.

Y todo esto ocurría muchísimo tiempo, cientos de eones, antes de que eclosionara el universo material y dentro de él, el planeta tierra.

Ese dolor sempiterno de los más débiles y un sentimiento de arrepentimiento en franco ascenso, suscitó en algunos de ellos la necesidad de solicitar un auxilio y entonces clamaron a Dios por su ayuda. Amparado por este clamor, el incondicional Amor absoluto del Padre Supremo pronto se manifestó a través de embajadas de Espíritus de luz que acudieron a mitigar el sufrimiento de sus hermanos desviados para ilustrarles acerca de su condición original de perfección y mostrarles la senda de su recuperación moral, y redención, a través de la práctica del Amor. En el plano material, estos Espíritus de Luz, embajadores voluntarios de buena fe, aunque fortalecidos por su contacto directo con la Fuente primigenia, vivieron una existencia material tan vulnerable como la de los demás encarnados.

Adicionalmente, Dios, para coadyuvar en este proceso, determinó las Leyes de la Evolución y de la Reparación. En seguida, merced a la desarmonía extrema alcanzada por una inconmensurable cantidad de partículas espirituales, surgió un espacio dimensional y un elemento nuevo dentro de él: La Materia, que daría origen al universo conocido, con su compleja dinámica de evolución que, a su vez, vería surgir la vida y dentro de ella al Hombre. En este punto se funden el antes, durante y después del Big Bang. En este nuevo orden evolutivo, tanto los espíritus como las partículas espirituales involucradas para formar parte de los universos materiales, quedarían aislados del contacto directo con la dimensión espiritual del error de la cual provenían.

Esto les permitiría un cierto alivio, libre de presiones, y la posibilidad de redimirse a través de la existencia material que ineluctablemente se encontraba bajo los parámetros de la Evolución Universal. Lo que empezó siendo para el espíritu su única realidad en la dimensión eterna de perfecta armonía, había dado paso, con los eones, a 3 dimensiones claramente definidas: La Eternidad de perfecta armonía; La espiritual del error o de desarmonía, y la material, como consecuencia natural de la misma dinámica destructiva de las partículas generadas en la dimensión del error.

De este modo, la evolución se convirtió en una ley inexorable por la cual todos los espíritus equivocados ansiosos, o no, por recuperar su primitiva condición espiritual de perfección, serian regidos hasta alcanzar su armonía total. Pero, aunque algunos accediesen gustosos a ello (en especial los espíritus arrepentidos), una gran mayoría se resistió por que esa nueva situación les significaba perder el control y poder que habían adquirido sobre otros, además de tener que admitir su equivocación. De hecho, esta actitud de negación de la propia equivocación ha sido el factor negativo más significativo en la gesta espiritual y humana de los seres equivocados. Cuando ya fuimos seres humanos, transpolamos a la faz material nuestros conceptos errados. La sempiterna guerra y el perenne genocidio humano, son la pérfida materialización de una práctica atávica en el error.

Aun así, la Ley de la Evolución, justamente por tratarse de una ley, (un precepto ineludible), busca siempre el camino que sin violar los atributos del espíritu mismo lo lleva en una progresión constante hacia mayores estados de armonía. Desde su instauración, esta ley ha signado el devenir de los espíritus equivocados tanto en el plano espiritual como en el material. La evolución marca la dirección del cambio, si bien los detalles del camino a recorrer los definimos nosotros. La evolución es la ley que ha hecho que de insignificantes partículas materiales fundamentales surja el complejo átomo, la imposible molécula y la incomprensible vida biológica. Y es de la inevitable relación de pertenencia entre la materia (ya dicho de origen espiritual) y los elementos aun en estado espiritual, que nace ese raro concubinato de materia y espíritu que define la encarnación. Porque en toda forma de materia habita un elemento espiritual encarnado, la verdadera inteligencia detrás de la materia.

La encarnación sin embargo no fue un fenómeno arbitrario। Partículas y Unidades espirituales tuvieron que esperar su momento para llegar y aquellos no fragmentados o unidades vieron el suyo cuando la complejidad de la vida biológica creo al sapiente antropoide llamado Hombre. Desde entonces, han sido muchas las veces que los Espíritus Equivocados hemos encarnado en un ciclo ascendente de evolución espiritual.

Así, las partículas espirituales de espíritus fraccionados se han constituido en la base de las partículas fundamentales de la materia, conformando posteriormente los átomos y las moléculas que en seguida darían origen a los seres biológicos, desde las criaturas unicelulares, pasando por las plantas y los animales, hasta animar la mente y el cuerpo físico de los Hombres, en los que, a su vez, habrían de encarnar Espíritus Equivocados. Para ayudar en este proceso, en varias oportunidades de la historia humana, también han encarnado voluntariamente, motivados por su Amor Fraterno, una buena cantidad de Espíritus de Luz, que se han convertido en Demiurgos para sus pueblos. Del paso de muchos de ellos sus seguidores engendraron las más reconocidas religiones y creencias, que mixtificando la verdad de la vida espiritual, solo les sirvieron para lograr posiciones hegemónicas y mantener a los demás seres encarnados en la perpetuación del Error.

Pero, aún y a pesar de ello, nuestra estulticia ha prevalecido; nuestra confusión y proclividad al error se han mantenido postergando de enésimas maneras el asumir ese primer paso que podría significar nuestra redención। Imbuidos por la soberbia nos negamos a reconocer cuan equivocados estamos, y seguimos perseverando en la práctica del error, sojuzgando a los débiles, aprovechándonos de los incautos, mixtificando la fe y falseando la verdad , pues nada nos apura, aparte de satisfacer nuestros mezquinos intereses, estando concientes de tener la Eternidad por delante…”
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NOTAS
[1] Con un propósito exclusivamente pedagógico se ha optado por presentar esta visión en forma narrativa y en primera persona, -como la historia de vida de un espíritu equivocado típico-; tratando de guardar estricta concordancia con el contenido doctrinario de la Ciencia Espiritual propuesta por la AECB-Asociación Escuela Científica Basilio.(Ver capítulo 3, aparte 3.1)
[2] En el contexto de la Ciencia Espiritual, la Luz del Espíritu es resultado de la conjunción armónica de sus atributos de creación: Amor, Inteligencia y Libertad.
[3] Categoría Espiritual. Según la Ciencia Espiritual, es un conglomerado de espíritus que comparten una ideología y práctica del Error común, lo que los hace afines entre sí. Ver: AECB. Asociación Escuela Científica Basilio. Curso Para Auxiliares. Libro 1. Editorial AECB. Buenos Aires. 1986.

Comentarios

Anónimo dijo…
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Unknown dijo…
Un singular comienzo para una odisea del Espiritu....Un reto a la manera ortodoxa de acceder al conocimiento...un acceso directo a lo que siempre ha sido tildado de esoterico, a lo imbricado en el pensamiento màgico...una puerta de acceso al UMBRAL, sin psicoactivos, ni enteogenos...sin rituales extaticos...sin penitencias...sin sacrificios...una oportunidad de aprender mas acerca de si mismos...
El espíritu fue lanzado a recorrer una y mil veces la Tierra en su pulido evolutivo. Algunas almas en dicha aventura tienen la misión de estudiar las circunstancias y formas de esta maravillosa historia de todos los tiempos que trata las tres grandes preguntas: de dónde venimos, quiénes somos y adónde vamos.
Carlos Manrique de su particular postura científica, y perfectamente apostado en la disciplina de amplio dominio que maneja, la Antropología, imprime la impronta de su pensamiento dando algunas claves de cómo es “ese paso” de los seres humanos en búsqueda del mejoramiento espiritual.
Felicitamos el recorrido de las investigaciones que no evaden ángulos ni abismos peligrosos.
Nos hemos sumergido en sus escritos todos lujosamente expuestos con cientos de ventanas que permiten visualizar a detalle cada propuesta o reto que Carlos Manrique encuentra del ser humano al cual desarma pieza por pieza y vuelve a su armado en uso de exquisitas palabras y pensamientos.
El se define con personalidad compleja, tavez el ser humano se ha abandonado tanto en su existencialidad terrenal, que cuando un hombre toma cierta altura, téngaselo que ver expuesto a tales definiciones.
Felicitamos el trabajo, la forma de encarar el temario, la presentación ordenada de exposición y los retos que acepta en cada tema de los cuales siempre sale airoso. Y lo alentamos a que nos siga regalando conocimiento con la habilidad de su pluma y agilidad de su mente, mas no sea para una fiesta a nuestros sentidos de aprendizaje

Informes BS AS.
STAFF PERIODISTICO
EARMULTIMEDIA
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