ACERCA DEL CONFLICTO HUMANO
Desde que el hombre tiene conciencia de si y ha reflexionado acerca de su propia naturaleza, tratando de hallarle un sentido a su existencia, han sido innumerables los intentos por aclarar la pregunta fundamental pertinente a su thelos dentro del contexto universal de las cosas y demás criaturas conocidas, sin aun lograrlo. La filosofía, en su búsqueda de las verdades absolutas, ha connotado el sentido trascendente de esta existencia merced a la conciencia, atributo, al parecer exclusivo del hombre, que le permite tener noción de su diferencia frente a lo demás que le rodea; En un hecho cognoscitivo del que escapan, también al parecer, las demás criaturas, que no saben de su propio existir y menos aun discurren acerca de su propia muerte, como termino final de la experiencia vital sensible.
Un marcado énfasis en la preeminencia del mundo material-concreto, ha significado la pervivencia de una filosofía precaria, en términos de lo inmanente y numinoso, pues se le ha dado exclusiva prelación a lo constatable en términos de lo empírico y positivo (lo aprehensible desde el punto de vista de los sentidos físicos), negando sistemáticamente un trasfondo trascendental que desde tiempos prehistóricos aparece en el imaginario del hombre, en forma de Arquetipos[1], como un vago y mixtificado recuerdo de un pasado común allende la existencia temporal.
Es un hecho que la contradicción ha signado el devenir de la gesta humana, desde toda perspectiva, sin que la ciencia factica haya logrado explicar fehacientemente el porqué de ello; Apenas a columbrado las causas aparentes sin determinar que razón ulterior anima a la negación de unos para con otros. Conductas y actitudes enajenadas, como el sempiterno genocidio, la intolerancia y repudio extremo por la diferencia, la expoliación y explotación de todo genero, no tienen un fundamento objetivo desde el punto de vista de la historia ni de la filosofía, y cuando de comprenderlas se trata, solo se analiza la manifestación fenoménica de estas extremas condiciones, sin atreverse a encarar el motivo estructural que subyace a estos eventos perniciosos y altamente nocivos, que hacen parecer la historia de los hombres, grosso modo, como la historia del crimen y de la infamia.
Al leer los estudios formales acerca de la problemática del hombre, las justificaciones de orden político, ideológico, simbólico-religioso y económico-social, se imponen, como causas aparentes (por ejemplo: la lucha por territorio y medios de subsistencia; la adaptación particular a un hábitat especifico y por ende la peculiaridad de ciertos modelos culturales –culturas de montaña, culturas de selva; culturas de planicie, etc., etc.) de manera determinante; Como razones producto de circunstancias exógenas, propias de un exclusivo fuero material. En otras palabras, de una especie de determinismo material (si cabe la expresión), que resulta siendo la causa aparente de todas esas expresiones excluyentes y problemáticas aquí mencionadas.
Es claro, para un ojo verdaderamente crítico y trascendente, que tales interpretaciones no agotan ni esclarecen fehacientemente tales realidades; Apenas las enuncian, sin dar respuesta contundente a las causas intrínsecas del conflicto humano. Ahora, debe entenderse este conflicto, como la manifestación permanente de una contradicción que signa las relaciones de los hombres entre si, a través de la historia diacrónica y sincrónica y de la adaptación demográfica del mismo a la geografía del planeta.
Para la Antropología Espiritual, en su esfuerzo por aportar elementos de juicio de carácter heterodoxo frente a la tradición formal interpretativa, retoma conceptos de la Ciencia Espiritual que de manera coherente y consistente (lógicamente hablando) coadyuvan a erigir una explicación de carácter holistico y epistemológico, en una sola palabra, trascendental, acerca de la problemática fundamental del ser humano, al presentarlo como una criatura de origen espiritual, con un pasado, y un ethos ajenos a la cultura material (o manera de domeñar el entorno físico, haciéndolo asequible, mediante adaptaciones particulares) que le determinan y condicionan. Dentro del contexto trascendente de la Ciencia Espiritual, el ser humano no es mas que un Espíritu Encarnado portador de una cultura de origen netamente espiritual, signada por la negación histórica que unos seres han hecho de otros, desde que el espíritu incurriera en el error que le desvió de su derrotero primordial, el ejercicio de su perfectibilidad en un nocivo detrimento de la Igualdad y en franca violación a los atributos consubstanciales de Libertad y Libre Albedrío, con que fuera creado.
Así resulta altamente comprensible, desde una perspectiva trascendente, la verdadera naturaleza del conflicto humano; Un conflicto, a todas luces, de carácter netamente espiritual; Con antecedentes en las edades primigenias, anteriores a la existencia del universo mismo; Y, así, categorías como egoísmo (lo opuesto al altruismo solidario), odio (lo opuesto al amor) adquieren un sentido determinante para comprender el porqué unos hombres niegan (mediante el genocidio) a otros, les expolian (mediante la usurpación y enajenación de sus bienes) y les someten (mediante la esclavitud ortodoxa, o mediante la sujeción a modelos económicos alienados) para abusarlos o simplemente explotarlos, en beneficio de mezquinos intereses creados. Dentro de este orden de ideas, las explicaciones históricas (ya sean de matiz ideológico-religioso, económico-político, étnico-histórico, etc., etc.) resultan apenas fenoménicas; Sin dar en el clavo (como coloquialmente se dice), aportando una incipiente, y muy precaria, interpretación a la causa del problema humano.
Por inferencia, se puede argüir, entonces, que el conocimiento objetivo de la condición moral (lo relativo a códigos de conducta y valores gnoseológicos) del hombre seria la fuente de su propia redención; De su liberación de una incertidumbre que le coloca en una situación contradictoria y precaria de frente a su realidad de criatura inteligente por antonomasia; Elevada condición que se desdice por su quehacer homicida, su enajenación y cosificación y su desmedida ambición material, en desmedro de la igualdad y del respeto que deberían signar todas sus relaciones interpersonales
Lamentablemente, los prejuicios materialistas, y una cierta miopía de la ciencia formal que la incapacita para aceptar otras realidades o maneras de aprehender el mundo que no puedan ser explicadas o interpretadas según sus cánones positivo-reduccionistas; Aunado al papel histórico que han cumplido las ideologías de corte místico-religioso (mixtificadoras y serviles a intereses oscuros y perversos), mantienen al Hombre en un estado de catatonica ignorancia, que le pervierte aún mas, perpetuando su trágico alejamiento de un reencuentro con su naturaleza trascendente y perfecta, como creación de la Inteligencia Suprema, (llámesela Dios, si se quiere) y como reflejo autónomo de su Perfección y Libertad Absoluta। Todo esto dentro del concierto de una creación que le doto de Hermanos con quienes compartir una existencia feliz, en medio del ejercicio de la fraternidad a ultranza.
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NOTAS
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Como lo sugiriera Carl G. Jung
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